Federico García Lorca le dedicó a María
Blanchard esta hermosa elegía -
-Yo no vengo aquí, ni como crítico ni como conocedor
de la obra de María Blanchard, sino como amigo de una sombra. Amigo de
una dulce sombra que no he visto nunca pero que me ha hablado a través de
unas bocas y de unos paisajes por donde nunca fue nube, paso furtivo o
animalito asustado en un rincón. Nadie de los que me conocen pueden
sospechar esta amistad mía con María Gutiérrez Cueto, porque jamás hablé de
ella, y aunque iba conociendo su vida a través de relatos originales siempre
volvía los ojos al otro lado, como distraído, y cantaba un poco porque no
está bien que la gente sepa que un poeta es un hombre que está siempre ¡por
todas las cosas! a punto de llorar.
"¿Usted conocía a María Blanchard?
Cuénteme...
'Uno de los primeros cuadros que yo vi en la puerta
de mi adolescencia, cuando sostenía ese dramático diálogo de] bozo naciente
con el espejo familiar, fue un cuadro de María. Cuatro bañistas y un
fauno. La energía del color puesto con la espátula, la trabazón de las
materias y el desenfado de la composición me hicieron pensar en una María
alta, vestida de rojo, opulenta y tiernamente cursi como una amazona.
"Los muchachos llevan un carnet blanco, que no
abren más que a la luz de la luna, donde apuntan los nombres de las mujeres
que no conocen para llevarlas a una alcoba de musgos y caracoles iluminados,
siempre en lo alto de las torres. Esto lo cuenta Wedekind muy bien y
toda la gran poesía lunar de Juan Ramón está llena de estas mujeres que se
asoman como locas a los balcones y dan a los muchachos que se acercan a ellas
una bebida amarguísima de tuétano de cicuta.
'Cuando yo saqué mi cuartilla para apuntar el nombre
de María y el nombre de su caballo me dijeron: 'Es jorobada'.
'Quien ha vivido como yo y en aquella época en una
ciudad tan bárbara bajo el punto de vista social como Granada, cree que las
mujeres o son imposibles o son tontas. Un miedo frenético a lo sexual y
un terror al 'que dirán" convertían a las muchachas en autómatas
paseantes, bajo las miradas de esas mamás fondonas que llevaban zapatos de
hombre y unos pelitos en el lado de la barba.
'Yo había pensado con la tierna imaginación
adolescente que quizá María, como era artista, no se reiría de mí por tocar
al piano 'latazos clásicos ', o por intentar poemas, no se reiría, nada más,
con esa risa repugnante que muchachas y muchachos y mamás y papás sucios
tenían para la pureza y el asombro poético, hasta hace unos años, en la
triste España del 98.
'Pero María se cayó por la escalera y quedó con la
espalda combada expuesta al chiste, expuesta al muñeco de papel colgado de un
hilo, expuesta a los billetes de lotería.
"¿Quién la empujó? Desde luego la
empujaron; 'alguien', Dios, el demonio, alguien ansioso de contemplar a
través de pobres vidrios de carne la perfección de un alma hermosa.
'María Blanchard viene de una familia
fantástica. El padre un caballero montañés, la madre una señora
refinada; de tanta fantasía que casi era prestidigitadora. Cuando
anciana iban unos niños amigos míos a hacerle compañía y ella, tendida en su
lecho, sacaba uvas, peras y gorriones de debajo de la almohada. No
encontraba nunca las llaves y todos los días tenía que buscarlas y las
hallaba en los sitos más raros, por debajo de las camas o dentro de la boca
de¡ perro. El padre montaba a caballo y casi siempre volvía sin él,
porque el caballo se había dormido y le daba lástima el despertarlo.
Organizaba grandes cacerías sin escopetas y se le
borraba con frecuencia el nombre de su mujer. En esta distracción y
este dejar correr el agua, María Gutiérrez se iba volviendo cada vez más
pequeña, una mano le tiraba de los pies y le iba hundiendo la cabeza en su
cuerpo como un tubo de 'Don Nicanor que toca el tambor'.
'En este tiempo que corresponde a la apoteosis final
de Rubén, vi yo el único retrato de María que he visto, y era una criatura
triste, no sé de quién, en la que está al lado de Diego Rivera el pintor
mexicano, verdadera antítesis de María, artista sensual que ahora, mientras
que ella sube al cielo, él pinta de oro y besa el ombligo terrible de
Plutarco Elías Calles.
'En la época en que María vive en Madrid y cobija en
su casa a todo el mundo, a un ruso, y a un chino, a quien llame a la puerta,
presa ya de este delicado delirio místico que ha coronado con camelias frías
de Zurbarán su tránsito en París.
"La lucha de María Blanchard fue dura, áspera,
pinchosa, como rama de encina, y sin embargo no fue nunca una resentida, sino
todo lo contrario,dulce, piadosa, y virgen.
'Aguantaba la lluvia de risa que causaba, sin
querer, su cuerpo de bufón de ópera, y la risa que causaban sus primeras
exposiciones, con la misma serenidad que aquel otro gran pintor, Barradas,
muerto y ángel, a quien la gente rompía sus cuadros y él contestaba con un
silencio recóndito de trébol o de criatura perseguida.
'Aguantaba a sus amigos con capacidad de enfermera,
al ruso que hablaba de coches de oro, o contaba esmeraldas sobre la nieve, o
al gigantón Diego Rivera que creía que las personas y las cosas eran arañas
que venían a comerlo, y arrojaba sus botas contra las bombillas y quebraba
todos los días el espejo del lavabo.
'Aguantaba a los demás y permanecía sola, sin
comunicación humana, tan sola, que tuvo que buscar su patria invisible, donde
corrieran sus heridas mezcladas con todo el mundo estilizado del dolor.
-Y a medida que avanzaba el tiempo, su alma se iba
purificando y sus actos adquiriendo mayor trascendencia y
responsabilidad. Su pintura llevaba el mismo camino magistral, desde el
cuadro famoso de La primera comunión hasta sus últimos niños y
maternidades, pero atormentada por una moral superior daba sus cuadros por la
mitad del precio que le ofrecían, y luego ella misma componía sus zapatos con
una bella humildad.
'La vida y pasión de Cristo fue tomando luz en su
vida y, corno el gran Falla, buscó en ella norma, dogma y consuelo. No
con beatería, sino con obras, con grave dolor, con claridad, con inteligencia.
Lo más español de María Blanchard es esta busca y captura de Cristo, Dios y
varón realísimo; no al modo de la fantástica Catalina de Siena que se llega a
casar con el niño Jesús y en vez de anillos se cambian corazones, sino de un
modo seco, tierra pura y cal viva, sin el menor asomo de ángeles o milagro.
'Su cintura monstruosa no ha recibido más caricia
que la de ese brazo muerto y chorreando sangre fresca, recién desclavado de
la cruz.
'Ese mismo brazo fue el que, lleno de amor, la
empujó por la escalera para tenerla de novia y deleite suyo, y esa misma mano
la ha socorrido en el terrible parto, en que la gran paloma de su alma apenas
si podía salir por su boca sumida. No cuento esto para que meditéis su
verdad o su mentira, pero los mitos crean al mundo, y el mar estaría sordo
sin Neptuno y las olas deben la mitad de su gracia a la invención humana de
la Venus.
'Querida María Blanchard: dos puntos... dos puntos,
un mundo, la almohada oscurísima donde descansa tu cabeza...
'La lucha del ángel y el demonio estaba expresada de
manera matemática en tu cuerpo.
'Si los niños te vieran de espaldas exclamarían:
'¡La bruja, ahí va la bruja!' Si un muchacho ve tu cabeza asomada sola en una
de esas diminutas ventanas de Castilla exclamaría: '¡El hada, mirad el hada!'
Bruja y hada, fuiste ejemplo respetable del llanto y claridad
espiritual. Todos te elogian ahora, elogian tu obra los críticos y tu
vida tus amigos. Yo quiero ser galante contigo en el doble sentido de
hombre y de poeta, y quisiera decir en esta pequeña elegía, algo muy antiguo,
algo, como la palabra 'serenata', aunque naturalmente sin ironía, ni esa
frase que usan los falsos nuevos de 'estar de vuelta'. No. Con toda
sinceridad. te he llamado jorobada constantemente y no he dicho nada de tus
hermosos ojos, que se llenaban de lágrimas, con el mismo ritmo que sube el
mercurio por el termómetro, ni he hablado de tus manos magistrales.
'Pero hablo de tu cabellera y la elogio, y digo aquí
que tenías una mata de pelo tan generosa y tan bella que quería cubrir tu
cuerpo, como la palmera cubrió al niño que tú amabas en la huída a
Egipto. Porque eras jorobada, ¿y qué? Los hombres entienden poco
las cosas y yo te digo, María Blanchard, como amigo de tu sombra, que tú
tenías la mata de pelo más hermosa que ha habido en España.'
|
María Blanchard dando clase |
|
Mujer con abanico |
|
L´enfand au ballon |
|